Vivmos cercanos a un paraiso, de Berto Martínez Tello

Vemos vegetación pintada de verde ftalo sobre amarillo limón. Parece dibujarse un jardín. En un cuadro hay siluetas de mujer dentro de un lago. Se evoca la idea de un paraíso. Hay otro cuadro con un cielo negro, la vegetación, indiferente, mantiene su color. En muchos cuadros no hay persona alguna, no hay cuerpos desnudos, ni animales. Acaso hay vida ahí? Recordemos el Jardín de las Delicias. Hay vida en abundancia. Tanto real como imaginaria. José Luis Alcaine nos cuenta que las escenas que describe el Bosco se inspiran en el teatro de los misterios y milagros medievales, donde se representaba el cielo y el infierno. Asimismo los jardines de Berto Martínez se nos muestran como un decorado, pero vacio. Sin actores, sin máquinas teatrales. La obra ya acabó.

Unos caminos blancos, lisos, sin piedras ni baches. Están listos para ser transitados. Como si de una metáfora de internet se tratara, los paraísos de Berto están hechos para circular, pero no morar. Las siluetas de mujer del lago, sacadas de Google o Instagram, no tienen cuerpo, pesan lo que pesa el blanco de titanio. La vegetación ha sido pintada siguiendo sombras. Compitiendo en velocidad con la rapidez en la que se olvidan las imágenes. La imagen del jardín, el deseo el paraíso, el pensamiento de la utopía, están ahí, repitiendo su forma en los cuadros para combatir el olvido. La fe, la vida, los cuerpos hace un tiempo se escondieron de la obra.

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