Thursday, 20.09 @19h30
Tell my wife to eat my corpse and when she’s done eating my corpse you’ll eat her.
Cuando nos enfrentamos a la representación de un paisaje visual que cuenta historias sin distinción de inicio ni final, es difícil comprender de inmediato lo que tenemos ante nuestros ojos. La apreciación requiere paciencia, investigación y, en un horizonte cercano, sugiere la aceptación.
Mientras se lleva a cabo dicha labor, uno puede encontrar telas que ocultan y revelan la desnudez humana. Pero como en un espectáculo con títeres de sombras, el observador solo puede ver la proyección exterior de un mundo interno. Lo que está escondido en este mundo es la búsqueda que impulsan las narrativas visuales de Georg.
La representación bidimensional de escenas perversas, a menudo enigmáticas, es llevada aquí a sus orígenes más antiguos. Un estilo inspirado en un tiempo en que el contenido regía sobre la forma, cuando el mensaje prevalecía por encima de la representación de la realidad, en algún lugar antes del Renacimiento y su precisión, marginal a sus nociones de luz y sombra, perspectiva y proporción. Pero no del todo. En un análisis más íntimo uno encontrará que las figuras humanas y las formas geométricas en el vocabulario visual de Pinteritsch pueden existir en la frontera de esas pautas clásicas, ya que están lejos de ser simples, nada cercanas a la ingenuidad, y tan complejas como la voluntad de uno de bucear en ellas. Sus composiciones nacen de capas de narraciones construidas pacientemente y pobladas de significados simbólicos. Pero no el tipo de símbolos que se pueden encontrar en un diccionario de sueños, una guía junguiana sobre astrología o cualquier otro esquema formulado. Los símbolos nacen aquí libremente para evocar el universo personal, los miedos y los deseos, la propia perspectiva única de la experiencia humana. En la senda de esta idiosincrasia, uno tiene la posibilidad (aunque no la certeza) de encontrar un conocimiento ordinario, sensaciones conocidas e incluso fetiches compartidos. Todo se vuelve familiar de una manera inquietante. Como si estas figuras se hubieran visto antes, y resuenen a través de una percepción histórica de la construcción social.
Glitches dividen a los personajes por la mitad, los paisajes se mezclan en movimientos bruscos, los objetos se interrumpen, reconstruyen, son destruidos y reconstruidos, son cubiertos por una pintura acrílica rosa o recortados con una cuchilla afilada. La goma de borrar tiene poco uso, quizás perdida en la caja de pinturas del artista. Pero no el lápiz, ni el marcador ni el pincel. Cualquier pigmento que se coloque en la superficie mella la realidad. Igual puede ser reemplazado, pero nunca eliminado.
Como un rompecabezas que no muestra ninguna imagen en la tapa de la caja, las composiciones de Pinteritsch son una narración abierta, una invitación para ser narradas por las voces de diferentes narradores. Dichas narrativas a menudo se desarrollan entre formas arquitectónicas sin un propósito claro y habitan en espacios dispersos con píxeles analógicos, indicios para ser descubiertos por el ojo atento.
La sexualidad es ciertamente notoria en oposición a cualquier tipo de tabú. En los tempos actuales, cuando las imágenes de pezones femeninos son censuradas en redes sociales y a menudo son cubiertos por cuadros negros, la explicitud de los personajes del artista se acerca a una protesta, o quizás a una declaración de libre albedrío. A diferencia de tarjas de censura, las formas en ángulo recto en el paisaje parecen imitar los píxeles de un videojuego vintage, lo que nos recuerda su carácter juguetón.
El Caos está definitivamente presente, como un fuego ardiendo y nutriendo de cenizas. No es un dirigente, más bien un consejero. Juega respetuosamente con la Orden, como si uno se turnara para delatar y ocultar al otro. Mientras está fijado en este movimiento antagónico, ¿qué hay ahí para ser desvelado?
Texto de Vitor Schietti