Las partículas que se expanden, los planetas, los astros, las galaxias, el universo, los multiversos… el entendimiento o la percepción de estos elementos es casi inmediata, pero no se quedan ahí las capas de significado y las sensaciones provocadas por la instalación “Esferas II, La Constante Cosmológica”, de Díaz de Rábago.
El hecho de transponer desde el papel a un plano así ambicioso, como dos mil pelotas de tenis flotando en la galería del centro Espronceda, puso en marcha no uno, sino decenas de pares de manos. Hay que fijar atención a lo que ocurre desde los dibujos, los cálculos, y las proyecciones, hasta la recogida de miles pelotas, el perforar de la pared, el tensionar de los cables, la inmersión bajo la tierra roja, la expansión de la obra sobre el espacio que ocupa. Al final el efecto no está solo en el resultado alcanzado, si no en todo el proceso. Se observa ahí una constante cosmológica en su propia escala, la cual sigue leyes únicas de atracción y repulsión, tiempo y espacio, aprendizajes y solicitudes, silencio y habla.
La idea que toma forma en el mundo material acaba por imprimir en este mismo, una invitación de vuelta al mundo de las ideas. Disfrutar esta obra es un ejercicio, para nada obvio. Experimentarla es una generosa invitación. Apreciarla es el testimonio de una expresión efímera, pero que no tardará en manifestarse otra vez, de alguna otra manera, en algún otro punto de ese cosmos que habitamos. Cosmos en acelerada expansión.
texto crítico de Vitor Schietti